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Mostrando entradas de octubre, 2006

Finales de mes

Ya llega "finales de mes". Esta noche hasta se atrasa el reloj una hora. Como queriendo quedarse en octubre, por lo que pueda pasar. Qué incógnita. A veces llegan años malos; el otro día alguien me dijo que son años en los que te vienen de golpe todas las cosas de atrás, de tu vida de antes. Es verdad, eso parece. Quien me lo dijo no tiene barba. Al revés, es calvo. Mañana es el cumpleaños de una de las personas que más amo en este mundo. Y también Halloween. Finales de mes, me parece que todo está lleno de "finales de mes". Qué desastre, no estoy preparado para esto. Mi problema es que para ser feliz, necesito ser feliz. Sabes a qué me refiero, ¿verdad?

Pero si aún no he muerto

Cojo un carro que está suelto. No llevo monedas. Ahora cuento: un mes, 30 días, cinco raciones por día, 30 gramos por ración, son 150 gramos al día. Un paquete tiene 350 gramos netos, es decir, necesito cuatro kilos y medio al mes, unos 13 paquetes de 350. Ahora que sé cuantos necesito, cojo los 13 paquetes de cereales azucarados, uno a uno, y los voy colocando en mi carro, ordenadamente para que todos tengan sitio. Son los del tigre, mis preferidos. Ahora calculo la leche. Ayer, dividiendo la altura de un cartón de leche en diez partes marcadas con un bolígrafo, medí 100 mililitros por cada tazón de cereales. Por tanto, cinco raciones al día por 30 días al mes, son 150 raciones, por 100 mililitros hacen 15 litros de leche. Prefiero que sea de soja. La de vaca es incompatible con mi grupo sanguíneo. Busco el pasillo de las leches especiales, y cojo 15 tetrabriks: seis, seis y tres. El hueco justo en el carro, con ciertos apuros. Ya está. Me gusta el carro así: repleto de formas cuadran

Lluvia eterna

Personas con cierto conocimiento no se ponen de acuerdo sobre si son goteras o más bien está lloviendo. Hubo alguien que dijo que ambas cosas son la misma y son verdaderas. Pero nadie le prestó atención; la discusión era una cuestión de "yoes" y no de humanidad. Yo no supe qué creer y me veo achicando agua a cubos, y saltando con mis botas entre los charcos. Las salpicaduras y las gotas me irritan los ojos verdes. Me veo así y de ninguna otra forma nunca más. Desde entonces no ha parado de llover. A veces tengo la seguridad de que ya no lo soporto más, otras veces me cabe la duda de que podría aguantar hasta mañana, y así aguanto. Se me pasan las fechas y me lleno de sorpresa cada vez que mido con la vara para constatar que he vuelto a superar la última marca de mi elástica identidad. Tengo las manos arrugadas como los niños al nacer. La lluvia es incesante, incluso cuando te olvidas de ella. El túnel está oscuro y Abadón es un ángel aplicado y cumplidor. La hoguera no se apa