"Mira que te he dicho veces que en esta ensalada, Nicolás, el aceite y el vinagre, por mucho que los remuevas, no se mezclarán en la vida". Eso escuché que le decía mi vecina Adela a Nicolás, mi vecino, su marido. Nicolás no dijo nada, supongo que él andaría con la boca llena de ensalada. Después Adela dijo en un tono mucho más enfadado: "El aceite ya se ha cansado de tanto mareo", y sonaron cristales rotos: deduje que se habría quebrado la ensaladera o, más probablemente, la botella del aceite. Acerca del vinagre no escuché nada, pero imaginé que al romperse el aceite, Nicolás, en un movimiento reflejo, abrazaría el frasco del vinagre para que no corriera la misma suerte. Tal vez por eso, vi a Nicolás por la mirilla, salir de casa, abrazando algo bajo la cazadora (algo que sería seguramente la botella del vinagre). Nunca he encontrado el punto para el aderezo de las ensaladas, pero he entendido -por la gravedad de la cara de Nicolás y el tono de la voz de Adela- qu