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Mostrando entradas de abril, 2007

En los huesos

Las paradojas de la vida, algo que he disfrutado siempre. Cuando se trata de la mía, las disfruto con cierta ironía y con suficiente autocompasión. Lo reconozco. El corazón lo tengo en los huesos, y el cuerpo, en cambio, gordo, recubierto de una gruesa capa de grasa; como si yo mismo fuera la píldora placebo de mi propia alma, que está ya hueca de tanto y tanto, como las nueces cuando se vuelven añejas o las almejas vacías. Por supuesto que noto suave el aleteo de mis ángeles, y me inundo de lágrimas en la misma curva una y otra vez. Paradojas de la vida, de la mía. Temo que un martillazo mal dado acabe cascando la nuez y el placebo quede al descubierto y en evidencia. Entonces, uff, entonces no tendré más remedio que hacer algo... o morir.

La vida como un sudoku

Estaba pensando que la vida es muy parecida a un sudoku, ¿te habías fijado? Pones las piezas aquí y allá, más o menos deprisa, o mejor dicho lo más deprisa que puedes (si eres lento, puede que seas tonto, ya me entiendes). Cuando escribes, aprietas el lápiz más o menos, según la certeza que tengas de que ese número va en esa casilla o no. Si se trata de corregir algún dígito, ya sabes por experiencia que nunca se borra del todo, siempre queda marca: ¡dita sea, por qué harán las hojas tan baratas? Y aunque te casen los recuadros, eternamente en tu interior vive la incertidumbre de si estará bien bien: siempre acecha la sombra de la solución a la vuelta de la página. Es como la vida misma. Y llegado el momento importante, cuando te has atascado tanto que ya no hay por donde arreglar aquello, puedes elegir: 1- Mirar la solución. Te fijas, borras esto y lo otro, página adelanta página atrás, pones los números que faltan y los dejas bien bonito. Y ¿cómo te sientes? IDIOTA. Sí. IDIOTA. 2- Co

Reflejos

Caminabas por tu calle solitaria cuando una enorme bola sin gravedad te atrapó en su interior y te trajo rodando y rebotando hasta el confín de la ciudad. La bola se detuvo suspendida en el aire, contigo en sus entrañas. Ver sí puedes, como a través de un cristal esmerilado, pero ningún sonido te alcanza. ¿Imaginabas que un confín sería de esta manera? Yo, no. Francamente lo esperaba terrible. Y ahora que has venido, gracias y ayúdame a desplazarlo otro kilómetro más allá. Tengo la corazonada de que estás bolas sin gravedad acabarán imantando tantas personas como sean necesarias. ¡Eh, oye, respira hondo, que te estás poniendo morada! Y mírate al espejo si has leído hasta aquí.

Corazón de números

¿Y qué va a ser de ti cuando se funda todo el hielo?, cuando la nieve sea una anécdota en los libros y tu corazón siga helado y solitario. ¿Y qué va a ser de ti cuando no queden gaviotas?, cuando las playas sean desiertos abrasadores y tu alma continúe quemando las plantas de los pies que pisan. ¿Y qué va a ser de ti cuando se agoten los números?, cuando ya nadie valga lo que tiene sino simplemente lo que es. Sí, ya lo escuché, tú piensas que para entonces estarás muerta. ¿Y qué va a ser de ti si nunca mueres?