De un hueco

De un hueco entre las cañas emergió el explorador, maltrecho, solo, caminante casi muerto y fantasma de sí mismo, su cuerpo cubierto de heridas: abiertas unas como sus lacrimales, duras otras como los músculos supervivientes de sus piernas fuertes.
De un hueco entre sus ojos se elevó un pensamiento que se transformó en ángel y voló rozando las nubes hasta que se desprendió sobre él una lluvia fina de colores olvidados.
De un hueco entre sus pertenencias sacó una fotografía de su corazón, guardada allí siempre, en el fondo del saco, protegida de los dragones de siete cabezas y de los demonios, y sopló sobre ella hasta que se convirtió en un millar de letras livianas. Las letras revolotearon hasta componer en el aire su historia dolorosa y esperanzadora.
De un hueco entre las montañas abruptas enfrente, surgió un unicornio bellísimo que humilló la cerviz en una invitación inequívoca. El explorador, comprendiendo, dejó el saco y los zapatos, y se resistió comenzando a caminar delante del unicornio, a la espera de una indicación. "Mírate", esa fue la señal. "Míralos".
El explorador lloró entonces, lágrimas con sabor a río, y montó sobre el mensajero níveo. Sí quiso mirar atrás, y no vio la sal, ni las estatuas de sal. Entonces supo que al otro lado de la cordillera lo estaban esperando. Sonrío, cerró los ojos, y pudo ver un viejo pez brillante surcando las aguas verdes de un mar inmenso, eterno, de amor.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Precioso, amor. Me ha llegado al alma. Tú eres lo que escribes, y lo que escribes es mágico.

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