En los huesos

Las paradojas de la vida, algo que he disfrutado siempre. Cuando se trata de la mía, las disfruto con cierta ironía y con suficiente autocompasión. Lo reconozco. El corazón lo tengo en los huesos, y el cuerpo, en cambio, gordo, recubierto de una gruesa capa de grasa; como si yo mismo fuera la píldora placebo de mi propia alma, que está ya hueca de tanto y tanto, como las nueces cuando se vuelven añejas o las almejas vacías. Por supuesto que noto suave el aleteo de mis ángeles, y me inundo de lágrimas en la misma curva una y otra vez. Paradojas de la vida, de la mía. Temo que un martillazo mal dado acabe cascando la nuez y el placebo quede al descubierto y en evidencia. Entonces, uff, entonces no tendré más remedio que hacer algo... o morir.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
A veces cuando menos lo esperamos, se produce la inversión y el corazón nos crece tanto que parece que no vaya entrar en el cuerpo y éste empieza a empequeñecer, es todo una cuestión de percepción.

Creo que igual ya no necesitas el placebo, a lo mejor en lugar de martillazo un abrazo puede cumplir la función ¿hace?

Un abrazoooo.

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