Acuérdate del pan

Esta mañana he visto pasar un ángel: acariciaba con sus alas las pestañas de cientos de estatuas de sal. Cuando se acercaba a mí, he cerrado mis ojos y un escalofrío se ha hecho hueco en algún lugar inexplorado entre mi espalda y mi corazón. "¡Socorro, el viendo se lleva las postales!", me susurra al oído alguien que ya no existe. Un beso con sabor a fresa me ha atrapado en su nimbo musical y ruedo sin impedirlo por la bocina de un camión; por las flores amarillas junto a la carretera; ruedo por la nariz de una madre que camina sin tocar el piso, agarrada a un trofeo como un globo a punto de escapar volando, con ella.
Esta mañana he visto ojos que se inundaban quizás, gargantas temblando abrazadas a ese nudo de las cuerdas vocales debajo del cual la caída ya es libre hasta la tierra dura. El ángel sonreía y acariciaba las pestañas como una mariposa de seda. Al bajar los párpados, yo he sonreído también y alguien me ha abrazado muy despacio. Entonces he sabido que detrás de esta fiesta sorpresa, amor, estabas tú. Gracias de corazón, amor. Y acuérdate, esta tarde, de subir el pan. Te quiero.

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