Harpa de hierba

Una chiquilla hundió los pies en la arena, en la mantequilla fresca de mi desayuno, en el molde húmedo todavía de mis pensamientos de madrugada. La chiquilla levantó la vista a la altura de la mía y, en ese momento, una ola llegó como una cucharada de azúcar. "¿Quién tú eres?": pronuncié, y sentí todo el miedo que salía de mi cuerpo con la pregunta. Quise quitármelo de golpe, y repetí "¿Quién tú eres? ¿quién tú eres? ¿quién tú eres?" muchísimas veces, más y más deprisa. La chiquilla bajó la mirada y metió la cabeza dentro del caparazón por un momento. Luego asomó una sonrisa traviesa y cómplice, y ya todo es desde siempre. Mi arena, nuestras voces, el viento y tu harpa de hierba. Algún día, también nos mudaremos a la copa de un árbol.

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