Fue proclamado rey

Comenzaron a llegar barcos vacíos a la ensenada. Navegaban a la deriva, pero era evidente que una mano invisible y poderosa -Neptuno con toda probabilidad- los empujaba con tiento entre las escolleras, salvando los espigones, mansamente... Todos los habitantes de la aldea, asustados y curiosos a un tiempo, aguardaban en el varadero pertrechos con un arsenal de horcas, guadañas y cuchillos de matanza. Reinaba un silencio absoluto, una parálisis del aire más bien, que permitía escuchar los quejidos del cuerpo de madera de las viejas naves que avanzaban con lentitud hasta topar con el muelle. Y entonces un niño delgadito trepó de un salto por una maroma que caía desde la borda del buque más arrimado a tierra. Las gargantas de todos quisieron gritar alarmas, pero el miedo a despertar al monstruo impidió que saliera ninguna palabra de ellas. El niño -divertido y desenfadado- llegó hasta la cubierta y desapareció de la vista de los adultos. Al punto asomó de nuevo jugando con una hermosa corona de oro en su cabeza. Todos lo entendieron, y ese mismo día el niño fue proclamado rey.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Precioso, como todo lo que escribes, tan bello como tú eres...sobre todo cuando dejas salir ese niño que llevas dentro, y que me encanta.

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